lunes, 16 de abril de 2012

¡Socorro! Me siento solo

Desde que tengo uso de razón he sufrido por amor. Las relaciones de pareja que he mantenido, una después de otra (en ocasiones se han sucedido en menos de 24 horas), me han traído a un estado de depresión cada vez más profundo. La última por poco no acaba con mi vida, y no sólo hablo de la vida física sino también de la vida anímica. Abrir los ojos cada mañana solamente para descubrirme en una vida que no valía la pena ser vivida... porque Él ya no está conmigo. Me adelgacé 21 kilos en un par de meses. Vi como la calavera se empezaba a intuir en mi rostro. Supe entonces que ya no había marcha atrás, me había muerto, me había muerto por dentro.

Esta patología no se manifiesta siempre de una manera tan obvia y compulsiva, a veces se mueve de una manera callada y sorda, a veces incluso en la relación con un compañero de piso, una amiga o un profesor, y sin duda es en estos casos cuando es más difícil detectar y reconocer el problema. Es curioso que cuando he hablado sobre la creación del grupo con amigos, que claramente presentan síntomas de dependencia, la reacción ha sido reírse o no tomárselo seriamente. Pero he visto como amigas perdían la cordura de tan desesperadas como estaban, o han tenido que aguantar humillantes infidelidades en sus propias narices. Pero sobre todo he tenido que enterrar amigos por este tema, así que a día de hoy no me queda ninguna duda que “amar demasiado” mata.

Mientras que sí existe el alerta social sobre otros tipos de dependencias (alcohol, drogas, comida, juego...) y se disponen de medios para su tratamiento, la adicción a las relaciones, al ser poco visible, no se considera tan alarmante. Uno se ve en la obligación moral de reponerse inmediatamente, porque ya se sabe, un clavo saca otro clavo, y así acaba repitiendo una y otra vez el mismo error. La misma herida se abre una y otra vez, y de esta manera, con el corazón sangrante, la persona se va muriendo por dentro.

Es cómo cuando tienes hambre e imaginas platos de comida. La imaginación, las imágenes del deseo, estén depositadas ayer en Pepe, hoy en Juan, y mañana en Pedro, sólo terminan produciéndote más hambre, pero no la sacian, porque nunca se atiende al hambre real, nunca se atiende al vacío, a la necesidad, que es lo único con la cual podemos trabajar. Por el contrario, siempre intentamos llenar el agujero de fuera a adentro, poniendo parches, que cuando invariablemente la realidad nos los arranca dejan nuevamente la herida abierta, fresca, sangrando dolorosamente. Sin duda, la única manera de atender verdaderamente este sufrimiento es mirar de sostenerlo en un movimiento de dentro afuera, y esto supone ser consciente de la patología, responsabilizarse de ella y tomar las medidas necesarias para tratarla.

El problema, el gran problema que tenemos los dependientes, es que no nos damos cuenta, no lo aceptamos, ni la patología ni su gravedad. Así que este fin de semana me volveré a vestir sexy para salir a ligar con otros chicos, intentando disimular que no me estoy divirtiendo en absoluto, intentando disimular que para mí esto es una cuestión de vida o muerte. Necesito estar con alguien, en caso contrario agonizo, me hace falta el aire y siento un terrible vacío por dentro que me desespera de angustia. Por eso cuando estoy en la discoteca no solamente ofrezco mi cuerpo, sino a mí mismo, como si se tratara de una venta de esclavos, porque no soy libre, es más, la libertad me resulta aterradora, así que fabulo con las ataduras, vínculos, enlaces y uniones, con la pareja perfecta, la casa perfecta, la familia perfecta... Deseo entregarme a alguien para no tener que afrontar mi vida, esta vida que a mí me parece mediocre.

Pero alguna vez que he tenido el valor de afrontar el problema, me he preguntado: ¿Y por qué tener que estar con alguien? ¿Por qué anteponer siempre al otro? ¿Por qué siempre me tengo que someter y hacerlo todo por miedo? ¿No podría ser que aquello que tanto añoro ya esté presente en mi vida? ¿No podría ser que yo ya fuera una persona completa en lugar de estar buscando siempre la media naranja? ¿No podría ser que yo realmente tuviera la libertad de escoger si quiero estar con alguien o no? Y entonces, sin la ansiedad de lanzarme a los brazos del primero que me guiñe el ojo ¿no podría optar por mantener auténticas relaciones de intimidad y respeto?... Ahora mismo tengo demasiado miedo para poder amar de una manera franca y desinteresada, pero sería precioso poder hacerlo.

Este llamamiento es para todas las personas que sufren por amor y que estén interesadas en formar parte de un grupo de apoyo.

Para contactar con nosotros podéis dirigiros a la web del Centro Amor y Familia, en la pestaña de Contacto.

domingo, 15 de abril de 2012

Escucha activa

Proceso de la escucha activa:

1. Ser consciente del otro: concentrarse en el mensaje de la otra persona, evitando todo tipo de distracción mental (prejuicios) o ambiental (ruidos ... ), haciendo el esfuerzo personal de prestar atención (empatía) y demostrando al emisor que percibimos el mensaje. Escuche lo que le están diciendo y no lo que quiere oír.

2. Disposición física y emocional para escuchar. Mantener una posición adelantada, avanzando todo el cuerpo desde la cintura. Mantener nuestra mirada fija sobre los ojos de nuestro interlocutor.

3. Observar el lenguaje no verbal: observar los gestos nos ayudará a entender mejor la intención y el sentimiento de lo comunicado.

4. Detectar las palabras clave: los mensajes son adornados muchas veces de cientos de palabras, pero las ideas clave son las que dan el contenido exacto de la misiva. Las palabras clave nos transmiten de verdad la información y los intereses del emisor.

5. Interrogarse constantemente sobre el significado de las palabras clave que nos están diciendo: preguntarnos de forma reflexiva. "¿Es esto lo que quiere decirme? ¿Qué hay detrás de sus palabras? ¿Qué quiere indicar?". También para evitar las inferencias: Pregunte.

6. Retroalimentar resumiendo: parafrasear de vez en cuando, precisando al emisor una parte del mensaje. Buscar el momento oportuno, nunca interrumpir. Utilizar frases del tipo:

• "La impresión de lo que me dices es ... "

• "Si entiendo bien, quieres decirme ... "

• "Los puntos resumidos de lo que has dicho son ... "

• "Aclárame este extremo ... "

7. No se quede en lo concreto, escuchando sólo lo que oye. Escuche también lo que no se dice o se dice ente líneas. El pensamiento es más rápido que la palabra. Tome notas.

8. Recuerde que la empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es comprender lo que se siente en cada momento. Conlleva el saber sentir, saber, entender y saber interpretar el mensaje del interlocutor.

9. Algunos consejos para ser empáticos durante la escucha son:
•    No evaluar, juzgar o descalificar.
•    Alerta a los gestos corporales.
•    Mantener la cordialidad, siguiendo su pensar y conversando sobre temas que le interesen al otro.
•    Disposición física y mental a prestar atención a los mensajes centrales del discurso.
•    Comprender el mensaje, poniéndonos en su lugar.
•    Percibir los sentimientos, valores y emociones del interlocutor.
•    Comprender los puntos de vista.
•    Entender su opinión diferente.
•    Ofrecer ayuda.

sábado, 14 de abril de 2012

La flor de mi secreto: Sufrimiento emocional

Paco (Imanol Arias) y Leo Macías (Marisa Paredes)
"La flor de mi secreto" es una película española escrita y dirigida por Pedro Almodóvar en 1995, protagonizada por Marisa Paredes, Juan Echanove y Chus Lampreave, entre otros.

Las escenas de la ruptura sentimental (más bien de la confirmación de esta ruptura, que en realidad ya llevaba tiempo muerta) entre Leo (Marisa Paredes) y su marido Paco (Imanol Arias) son muy reveladoras.

Al final de todas las humillantes situaciones a la que ella se ve expuesta, ignorando heroicamente toda evidencia, todavía todavía se dirige a él una última vez: "¡Paco! Yo soy muy burra y a veces no me entero, o sea que te ruego que respondas de una puta vez ¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?". Ante la predecible negativa de su (ex) marido, finalmente Leo tiene que dejarse caer en la depresión que la lleva a un intento de suicidio. Desde aquí denunciamos la falta de sensibilidad y recursos de asistencia ante tales situaciones críticas, teniendo en cuenta de que es obvio que la persona se siente humillada, y la vergüenza y la rabia le impiden pedir ayuda.

Leo hundida sin paliativos en el momento de la ruptura

No menos interesante son las secuencias en las que Leo se relaciona con su madre (Chus Lampreave). Ciertamente la dependencia es una dinámica en cierta manera heredada, que ya viene de tiempos de la abuela (que según dicen se volvió "loca"), luego sus tías, y ahora la madre vive continuamente deprimida, sintiéndose amenazada por todo a su alrededor. Ciertamente no es una ayuda para su hija, con frases como "pues no creo yo que en la guerra esté mejor atendido que en su casa" (refiriéndose al esposo militar de su hija que de hecho se ha ido por no verla), o "tan joven y ya estás como vaca sin cencerro, perdida, sin rumbo, sin orientación" (al enterarse de la ruptura de esta), y para rematar, más adelante, con un "¡Ay, hija mía! con lo que me costó sacarte adelante". Aún así Almodóvar en una posible muestra de complejo materno le da a ésta el papel de salvadora.

La madre (Chus Lampreave) lamentándose a su angustiada hija

Leo pasa al final de la película del papel de "víctima" al de "dominante" sobre el personaje de Ángel (Juan Echanove), que siente dependencia hacia ella. Se cambian las tornas, pero en ningún momento no se plantea la cuestión de responsabilizarse del vacío que hay en sus vidas, que es lo único real y ajeno a las construcciones de Leo, que es escritora.

viernes, 13 de abril de 2012

Atracción fatal: La demonización del enfermo

Alex Forrest, una mujer que ama demasiado
"Atracción fatal" es una película americana de 1987 dirigida por Adrian Lyne y protagonizada por Glenn Close, Michael Douglas y Anne Archer.

En ella Alex Forrest (Glenn Close) se ve irremediablemente atraída pro un hombre casado (Michael Douglas). Una y otra vez se asegura a sí misma que solo se trata de una aventura y que ella está en la línea de ejecutiva agresiva que es lo socialmente se espera de ella: Sexo por diversión, relaciones kleenex y hasta nunca. Pero llegado el momento de la separación se ve totalmente incapaz de renunciar a la relación. Se ha enganchado. Todos sus intentos desesperados para que él se apiade de ella y no la abandone (intento de suicidio, amenazas, secuestro del hijo, incluso intento de asesinado) fracasan, y finalmente acaba muerta en la bañera.

Siempre que la he visto me he sentido muy identificado y conmovido por con la angustia y desesperación que vive el personaje de Alex. Aun así en Estados Unidos sólo tubo impacto por cuestionar la fidelidad conyugal y no porque mostrara abiertamente el drama de las personas adictas a las relaciones, que aun viviendo una agonía infernal sufren del rechazo y la marginación social (por mostrar con su enfermedad el fallo en el sistema familiar) y no tienen a quien recurrir. Trágico.

jueves, 12 de abril de 2012

Jean Cocteau: La voz humana

La voz humana es una obra de teatro de Jean Cocteau escrita en 1930 y de la que posteriormente se hizo una ópera con música de Francis Poulenc.

Se trata de un monólogo de una mujer hablando por el teléfono con su ex-pareja. Frases como "Verte o no verte es lo único que he hecho durante los últimos años", o "Te quiero más que ami vida", muestran el delicado estado de la protagonista agonizando y muriendo en vida ante la distancia emocional (sin duda necesaria) de su interlocutor.

Es una pieza muy recomendable porque si se lee entre líneas se ven claramente todos los mecanismos de apego y resistencia en que una persona que sufre dependencia emocional, consciente o inconscientemente, suele caer, como por ejemplo la mentira o la divinización del otro para su posterior manipulación a través del victimismo.

En 1986, TVE retransmitió esta obra de teatro interpretada por Amparo Rivelles. A esta emisión pertenece la imagen que ilustra esta entrada.

lunes, 9 de abril de 2012

El amor romántico mata

La imagen y el texto que sigue corresponde a una plausible proyecto de Feministes Indigandes. Yo me encontré con una pegatina de éstas cuando fui a anclar la bicicleta. Fue muy bueno para mí y creo que cumplen su función. ¡Felicidades por la iniciativa!


Para imprimir como adhesivos y pegarlos en los regalos de San Valentín

El amor romántico también se sustenta sobre la idealización de la felicidad dependiente. Se considera que no podemos asumir nuestra vida afectiva hacia nosotras mismas construyendo nuestra propia felicidad, sino que se da en dependencia exclusiva hacia otras personas. Hipotecando nuestra felicidad afectiva hacia la otra persona: "soy feliz porque tú estás conmigo" (...)

Lo que cuestionamos es la supuesta carencia que subyace de la teoría de la media naranja. Cada una de nosotras es una persona entera en sí misma,y no tenemos una mitad que nos complete (...)

Este  modelo amoroso basado en el amor como "pasión sufriente" y demás mitos  construidos por nuestra cultura occidental, emerge especialmente en la educación sentimental de las mujeres. Muchas asumen este modelo estructurando sus vidas alrededor de la conquista del amor, convirtiéndolo en objetivo fundamental de sus vidas.
Las posibilidades de tolerar la violencia aumenta en las mujeres que  persiguen este ideal romántico ya que son estas formas de relación las que dan sentido a sus vidas.
La gravedad de sus consecuencias nos impulsa a generar un análisis crítico de este modelo, y a tratar de desmontarlo para fomentar relaciones afectivas alternativas que no generen sufrimiento y/o dependencia y que respeten nuestra individualidad (...)

Puedes leer el artículo completo siguiendo este enlace.

domingo, 8 de abril de 2012

Maltrato en la infancia: La trampa emocional

Transcripción del capítulo "Cómo salir de la trampa" del libro "El saber proscrito" (1988) de Alice Miller.

Joven mendigo (1650) pintura óleo de Murillo
Repetidamente leemos en la prensa que, como demuestran ya las estadísticas, la mayoría de personas que maltratan a sus hijos fueron también maltratadas durante su propia infancia. Esa información no es del todo exacta, pues no se trata de "la mayoría", sino de todas. Toda persona que maltrata a sus hijos fue, durante su propia infancia, gravemente traumatizada de algún modo. Esta afirmación no admite excepciones, porque es absolutamente imposible que una persona que haya crecido en un ambiente de sinceridad, respeto y afecto se halle jamás bajo el impulso de atormentar y dañar para toda la vida a otras más débiles. Ha visto desde siempre que es correcto brindar amparo y orientación a esos pequeños seres indefensos, y ese saber tempranamente archivado en su cuerpo y en su cerebro obrará sus efectos en él durante toda la vida. La afirmación formulada más arriba no admite excepciones, pese a que muchas personas apenas si son capaces de recordar nada de los tormentos de su infancia, porque aprendieron a considerarlos como justo castigo a su maldad, y porque el niño, para sobrevivir, está obligado a reprimir los sucesos dolorosos. Por eso los sociólogos, psicólogos y otros especialistas escriben sin cesar, a pesar de los nuevos descubrimientos, que se desconoce el origen de los malos tratos a la infancia, y se entregan a especulaciones acerca de la influencia de la escasez de espacio habitable, del desempleo o del miedo a la guerra nuclear.

Con semejantes explicaciones encubrimos los crímenes de nuestros padres. Pues el único motivo de los malos tratos a la infancia es la represión por parte de los padres de los malos tratos y de la confusión de los que ellos mismos fueron víctimas. Ni la más aguda escasez de espacio habitable, ni la mayor pobreza pueden jamás forzar a una persona a semejantes actos. Sólo quien fue en su día víctima de actos semejantes y los mantiene reprimidos corre el peligro de destruir a su vez vidas humanas.

"Queridísima mamá" (F. Perry, 1981) sobre maltratos a niños
Los llamados niños difíciles e "insoportables" son convertidos en tales por los adultos. No siempre por sus propios padres. Pues en muchas clínicas, las prácticas de obstetricia y de posparto contribuyen considerablemente a ello. Hay padres que consiguen mitigar esos traumas gracias a buenas dosis de cariñosa dedicación, porque los toman en serio y no niegan su peligrosidad. Pero los padres que mantienen reprimidos sus propios -y gravísimos- traumas, suelen minimizar, por pura ignorancia, el efecto de éstos en sus hijos, dando paso así, innecesariamente, a una nueva cadena de crueldades. Su insensibilidad hacia los sufrimientos del niño cuenta con el pleno respaldo de la sociedad, porque la mayoría de las personas, y eso incluye a los expertos, comparte con ellos esa ceguera.

El único recurso contra la propagación de una enfermedad es una información correcta y bien documentada acerca del agente patógeno. Los padres que maltratan a sus hijos necesitan informaciones claras; ellos mismos se dan cuenta vagamente de que algo no funciona bien cuando descargan su ira en el niño indefenso o lo utilizan para satisfacer sus apetencias sexuales. En vez de tomarse este asunto en serio, los expertos le dan vueltas innecesariamente, pues temen que los padres adquieran sentimientos de culpabilidad, algo que, en su errónea opinión, no debe suceder en ningún caso.

Esa creencia de que no debe culpabilizarse a los padres, sea lo que sea lo que hayan hecho, ha tenido consecuencias desastrosas. La realidad es muy distinta. Al engendrar a su hijo, los padres contraen el deber de cuidar de él, protegerlo, satisfacer sus necesidades y no maltratarlo. Si no cumplen con ese deber, quedan en deuda con el niño, del mismo modo que quedan en deuda con el banco al obtener un crédito de éste. La responsabilidad cae sobre sus espaldas, independientemente de que sean conscientes o no de las consecuencias de sus actos.

"Marianela" de B. Pérez Galdós
¿Tenemos derecho a traer un niño al mundo y olvidar nuestro deber? El niño no es un juguete, ni un gatito, sino un puñado de necesidades que necesita mucha dedicación para poder desarrollar sus potencialidades. Si no se está dispuesto a brindarle esa dedicación, no hay que traerlo al mundo. Esas palabras pueden sonar muy duras en los oídos de personas que jamás fueron objeto de esa dedicación y que por ello nunca han podido brindársela a sus hijos. Para aquellos que en su infancia recibieron protección y ternura, y que por ello no son niños desdichados, esas palabras no suenan duras. para ellos, son la cosa más evidente y trivial del mundo.

Pegar o humillar a un niño o abusar sexualmente de él es un crimen, porque significa dañar a una persona para toda la vida. Es importante que esta afirmación llegue también a conocimiento de personas no directamente implicadas, porque la claridad de ideas y el coraje de los testigos puede ser para el niño de una importancia decisiva y vital. Del hecho de que todo agresor haya sido anteriormente una víctima no se desprende que toda personas que haya sido maltratada tenga que acabar necesariamente maltratando a sus hijos. No tiene por qué ser obligatoriamente así, pues puede ser que ese individuo, en su infancia, tuviera ocasión de recibir de otra persona -aunque sólo fuera una vez- algo que no fuera educación y crueldad: un maestro, una tía, una vecina, una hermana, un hermano. Sólo la experiencia de ser querido y apreciado permite al niño identificar la crueldad como tal, percibirla y rebelarse contra ella. Sin esa experiencia le es imposible saber que en el mundo pueden existir otras cosas además de crueldad; sin esa experiencia, seguirá sometiéndose a la crueldad, y más tarde, cuando, ya de adulto, disfrute de poder, la ejercerá él también, como si fuera algo completamente normal.

Hitler dijo que, de niño, era azotado por su padre
Las personas que ayudaron a Hitler a llevar a cabo sus proyectos y a exterminar pueblos enteros debieron de experimientar, siendo niños, algo similar a lo que experimentó él: la constante presencia de la violencia. Por eso la actitud del Führer les parecía completamente natural. No la cuestionaban en absoluto porque, a todas luces, en sus infancias jamás apareció una sola persona, un solo testigo iniciado y de ideas claras que los pusiera bajo su protección. Un testigo semejante habría, según las circunstancias, ayudado a esos niños a salvar su capacidad de percepción y su carácter. Para reconocer la crueldad, rechazarla inequívocamente y evitársela a nuestros hijos, debemos ser al menos capaces de percibirla. Esos niños educados con severidad y crueldad no podían hacerlo, estaban obligados a dar las gracias por el trato que recibían de sus padres, a perdonárselo todo y a buscar en sí mismos las causas de los arrebatos paternos. No les estaba permitido en ningún caso poner en tela de juicio a sus padres.

¿Qué sucede cuando un niño que ha crecido rodeado de amor, protección y sinceridad es golpeado por una persona? Gritará, expresará su ira, y acabará llorando, mostrando su dolor y, posiblemente, preguntando: ¿Por qué me tratas así? Nada de todo eso es posible cuando el golpeado es un niño al que sus padres, a los que ama, han adiestrado desde buen principio en la obediencia. para sobrevivir no le queda más remedio que amordazar su dolor y su ira y reprimir mentalmente toda la situación. Pues para poder mostrar su ira, necesita la confianza y la experiencia de que no lo matarán por ello. Un niño golpeado no puede abandonarse a esa confianza; en efecto, ha habido niños que han pagado con su vida la osadía de sublevarse contra la injusticia. Así pues, el niño ha de amordazar su ira para poder sobrevivir en un ambiente hostil. También ha de tragarse el dolor, por enorme e insoportable que sea, si no quiere morir a consecuencia de él. Sobre todo el proceso, pues, se cierne el silencio del olvido, y se idealiza a los padres, hasta el punto de creer que jamás han cometido un error. "Y si me pegaban, sería porque me lo merecía". Esta es la versión más corriente de las torturas dejadas atrás(1).

El olvido y la represión serían una buena solución, si con eso estuviera todo arreglado. Pero los dolores reprimidos bloquean la vida sentimental y producen síntomas físicos.Y lo peor de todo: el adulto que fue un niño maltratado hace enmudecer los sentimientos que estarían justificados, es decir lo dirigidos contra los causantes de su dolor, pero los deja aflorar contra sus propios hijos. Es como si esas personas se pasasen decenas de años atrapados en una trampa de la que no hay salida posible, porque nuestra sociedad prohíbe la ira que se dirige contra los propios padres. Pero con el nacimiento de los hijos se abre una portezuela: por fin puede descargarse sin escrúpulos la rabia acumulada durante años; lo triste es que la víctima es un pequeño ser indefenso, al que esas personas se ven forzadas a atormentar, a menudo sin darse cuenta de ello, porque una fuerza desconocida les impulsa a tales actos.

Cristo sacrificado pro su propio padre en la cruz
El hecho de que muchos padres maltraten o descuiden a sus hijos del mismo modo en que sus padres lo hicieron con ellos -aunque, o especialmente cuando no recuerdan nada en absoluto de aquella época- demuestra que han asimilado en sus cuerpos sus traumas personales. Si no fuera así, no podrían reproducirlos. Lo hacen con una precisión asombrosa, que saldrá a la luz tan pronto como estén dispuestos a sentir su propio desamparo, en lugar de hacer víctimas de él a sus hijos y abusar de su poder.

¿Cómo puede una madre hallar por sí sola esa verdad, si la sociedad le dice de manera inequívoca: a los niños hay que disciplinarlos, socializarlos y educarlos para que sean personas decentes? ¿A quién le preocupa que el verdadero impulso del llamado "coraje educativo" sea la antigua y hasta ahora nunca vivida rabia contra la propia madre? Esa joven tampoco quiere saberlo. Piensa así: Tengo el deber de disciplinar a mi hijo, y lo hago de exactamente la misma o de parecida manera que lo hizo mi madre conmigo. Al fin y al cabo, ¿acaso no he llegado a ser yo también una persona como Dios manda? Concluí mi formación con buenas calificaciones, participo en tareas caritativas y en el movimiento pacifista, siempre me he alzado contra la injusticia. Sólo que no he podido evitar pegar a mis niños, aunque contra mi voluntad; pero no tenía más remedio. Espero que eso no les haya perjudicado, igual que a mí no me perjudicó.

Estamos tan acostumbrados a oír afirmaciones semejantes que a la mayoría de las personas no les llaman la atención. Pero empieza a haber personas aisladas a las que sí les llaman la atención, personas que se han decidido a cuestionar las palabras de los adultos desde la perspectiva de los niños, que al hacerlo descubren cosas y que no temen la claridad. Advierten que esa destrucción de vidas humanas no puede calificarse de "amor paternal ambivalente", sino que hay que reconocerla como lo que es: un crimen. No hay que quitarles hierro a los sentimientos de culpabilidad de los padres, sino tomarlos muy en serio. Esos sentimientos de culpabilidad son un indicio de que a los padres, en su día, les sucedió algo, y de que necesitan ayuda. Y los padres irán en busca de esa ayuda tan pronto como la hasta ahora única salida a la trampa, la que lamentablemente conduce a infligir malos tratos a la infancia, quede por fin cerrada por la ley. Cuando eso suceda, los padres tendrán que buscar otra salida: tendrán que pasar revista a su pasado, para poder salir sin culpa de la trampa emocional en la que se hallan.

Alice Miller (1923-2010) psicóloga (2)
Este proceso verdaderamente liberador sólo estará al alcance de los padres cuando el niño deje de hacer el papel de cabeza de turco legal. No es necesario castigar con penas de cárcel a un padre que maltrata a sus hijos. Resulta imaginable, por ejemplo, una sentencia judicial según la cual el padre haya de separase por unos meses de la familia, sin dejar de contribuir a su mantenimiento. Cuando el padre, hallándose de repente solo, se vea confrontado con los sentimientos de su infancia y entre en contacto con un testigo iniciado (quizás en la persona de un asistente social bien informado), que le ayude a dejar de reprimir la historia de su propia infancia, ese padre, a su regreso, correrá muy escaso peligro de volver a maltratar a sus hijos. Y sus hijos tendrán la importante e inolvidable vivencia de no estar haciéndose mayores en la selva, sino en una sociedad humana, que toma en serio y respeta su derecho a ser protegidos.

Una pena de prisión no puede operar una transformación interior. Pero los terapeutas que, bajo el lema "Ayudar en lugar de castigar", rehuyen la verdad, tampoco pueden contribuir en absoluto a cambiar la actitud de los padres. Llegan incluso a afirmar que una prohibición de los malos tratos a la infancia constituiría una nueva forma de violencia. Así, según ellos, no es necesario llamar por su nombre a los crímenes, siempre que se cometan en la persona de los propios hijos; de lo contrario, los padres se sentirían ofendidos y acabarían vengándose a costa de los niños. Esa es la opinión, prácticamente unánime, de los representantes del Colegio de Médicos y de la Asociación para la Protección de la Infancia.

Sin Embargo, están en un error, y sus argumentos no son más que expresión del miedo de los niños amenazados que fueron, deseosos de "estar a bien" con los padres y por ello dispuestos a callar y a no darse cuenta de nada. La realidad no les da la razón. En los países escandinavos, la ley obliga ya de manera firme a los médicos a denunciar los casos de malos tratos de los que tengan conocimiento, y gracias a esa ley la población ha comprendido que no se pueden pasar por alto los derechos de los niños. Por otra parte, la experiencia me ha enseñado que algunos padres reaccionan mejor a la verdad que a los intentos de suavizarla, y que una serie de informaciones correctas puede serles de provecho. Pues toda persona que se halla en una trampa busca una salida. Y estará contenta y agradecida de que se le muestre una salida que no le haga cargarse de culpa y no conduzca a la destrucción de sus propios hijos. Los padres, en la mayoría de los casos, no son unos monstruos a los que haya que aplacar con buenas palabras para que no chillen, sino, muy a menudo, niños desesperados que todavía no han aprendido a darse cuenta de las realidades y a hacerse cargo de su responsabilidad. Cuando eran pequeños no pudieron aprenderlo, porque sus padres tampoco conocían esa responsabilidad. La malentendían, tomándola por un derecho a abusar de su poder. Está en manos de los padres jóvenes el reconocer la inutilidad de tales "sabidurías", y el aprender de las experiencias que tienen con sus hijos. Pero ese novedoso proceso sólo podrá tener lugar cuando también la legislación reconozca inequívocamente que los malos tratos a la infancia causan daños para toda la vida, y que esos daños no se ven en absoluto lenificados por la ignorancia de los agresores. Sólo sacando a la luz toda la verdad en lo que afecta a todos los implicados se podrá hallar una solución verdaderamente efectiva de los peligros que implican los malos tratos a la infancia.

En el libro Untertan Kind de Carl-Heinz Mallet, muestra cómo los pedagogos, desde Martín Lutero, han inducido a los padres a disciplinar y castigar a sus hijos en nombre de Dios. La lectura de ese libro puede ayudar a los padres de hoy a comprender por qué se hallan en una trampa emocional, y el precio que han de pagar ellos mismos y sus hijos por la perpetuación de los valores educativos tradicionales. La consecuencia puede parecer paradójica, pero es correcta: la salida de esa trampa hasta ahora permitida por la ley, es decir, el disciplinamiento del niño, conduce al crimen, y el camino, hasta ahora prohibido, de la visión clara y la crítica a los propios padres redime de las culpas y conduce a la salvación de nuestros hijos. El libro de Mallet puede ser de gran ayuda para los padres que no conocen mis libros, y que constatarán en él por primera vez, con horror, todo el mal que se les hizo y que ellos, en su ceguera, habían venido perpetuando. Pero con ese horror empieza ya a abrirse la puerta por la que se sale de la compulsiva destrucción de la vida a la libertad y a la responsabilidad.

Notas:

(1) El lector puede leer un testimonio sobre maltratos en la infancia siguiendo este enlace, planteado gracias a la visión de Alice Miller.

(2) "Durante estos últimos años, Alice Miller ha desarrollado un concepto de terapia, que propone a las personas que sufren, confrontarse con su pasado para encontrar la angustia del niño maltratado que fueron, sentirla y así liberarse. Es el miedo infantil hacia los padres todopoderosos el que empuja al adulto a maltratar a los niños o a aceptar vivir con graves enfermedades, minimizando totalmente la crueldad de sus propios padres (...)". Extraído de un artículo en ocasión del fallecimiento de la autora. Para leer el artículo completo seguir este enlace.

sábado, 7 de abril de 2012

Carta a la asociación MAQAD

En la búsqueda de un grupo ya formado al que poder agregarme contacte con Tanit, de la asociación MAQAD (www.mujeresqueamandemasiado.com). Les expliqué que respondía a todos los síntomas descritos en "Mujeres que aman demasiado", y que aunque yo era un hombre también necesitaba del apoyo y solidaridad de personas en mi misma situación.

Su respuesta fue
"Muchas gracias por tu confianza y sinceridad.
En efecto, nuestro Programa está dirigido a mujeres, pero simplemente porque hemos sido nosotras quienes nos hemos organizado.
Sabemos que muchos hombres aman demasiado y que algunos de ellos son conscientes de su Síndrome, por eso nos gustaría poder compartir nuestra experiencia adquirida y serviros de orientación y apoyo si al menos unos 5/6 hombres estáis dispuestos a formar un Grupo de Autoayuda."


A lo que respondí:
"Por desgracia no conozco más hombres que admitan este problema y pidan ayuda para afrontarlo. De todas maneras tampoco estoy interesado en pertenecer a un grupo "de hombres". No sé, quizás también debería buscar un colectivo gay, masculino, con chicos de raza blanca, de mediana edad... Ya he pertenecido a grupos "de similares" como resultado de una discriminación positiva, y mi experiencia es que sólo sirven para que en un espacio más pequeño sus voces (también pequeñas) parezcan más grandes, más seguras, cosa que no conlleva a una mayor consciencia de la realidad, sino más bien todo lo contrario.
Digo esto para razonar porque para mí no resultaría lógico formar un grupo "de hombres". Así pues he decidido hacer un llamado a todas aquellas personas que no entren en el concepto de "mujeres" pero que aún así necesiten confidentes y apoyo."

martes, 3 de abril de 2012

¿Por qué necesito este grupo?

Desde que tengo uso de razón he sufrido por amor. Las relaciones de pareja que he mantenido, una después de otra (en ocasiones se han sucedido en menos de 24 horas), me han traído a un estado de depresión cada vez más profundo. La última por poco no acaba con mi vida, y no sólo hablo de la vida física sino también de la vida anímica. Abrir los ojos cada mañana solamente para descubrirme en una vida que no valía la pena ser vivida... porque Él ya no está conmigo. Me adelgacé 21 kilos en un par de meses. Vi como la calavera se empezaba a intuir en mi rostro. Supe entonces que ya no había marcha atrás, me había muerto, me había muerto por dentro.

Esta patología no se manifiesta siempre de una manera tan obvia y compulsiva, a veces se mueve de una manera callada y sorda, a veces incluso en la relación con un compañero de piso, una amiga o un profesor, y sin duda es en estos casos cuando es más difícil detectar y reconocer el problema. Es curioso que cuando he hablado sobre la creación del grupo con amigos, que claramente presentan síntomas de dependencia, la reacción ha sido reírse o no tomárselo seriamente. Pero he visto como amigas perdían la cordura de tan desesperadas como estaban, o han tenido que aguantar humillantes infidelidades en sus propias narices. Pero sobre todo he tenido que enterrar amigos por este tema, así que a día de hoy no me queda ninguna duda que “amar demasiado” mata.

Mientras que sí existe el alerta social sobre otros tipos de dependencias (alcohol, drogas, comida, juego...) y se disponen de medios para su tratamiento, la adicción a las relaciones, al ser poco visible, no se considera tan alarmante. Uno se ve en la obligación moral de reponerse inmediatamente, porque ya se sabe, un clavo saca otro clavo, y así acaba repitiendo una y otra vez el mismo error. La misma herida se abre una y otra vez, y de esta manera, con el corazón sangrante, la persona se va muriendo por dentro.

Es cómo cuando tienes hambre e imaginas platos de comida. La imaginación, las imágenes del deseo, estén depositadas ayer en Pepe, hoy en Juan, y mañana en Pedro, sólo terminan produciéndote más hambre, pero no la sacian, porque nunca se atiende al hambre real, nunca se atiende al vacío, a la necesidad, que es lo único con la cual podemos trabajar. Por el contrario, siempre intentamos llenar el agujero de fuera a adentro, poniendo parches, que cuando invariablemente la realidad nos los arranca dejan nuevamente la herida abierta, fresca, sangrando dolorosamente. Sin duda, la única manera de atender verdaderamente este sufrimiento es mirar de sostenerlo en un movimiento de dentro afuera, y esto supone ser consciente de la patología, responsabilizarse de ella y tomar las medidas necesarias para tratarla.

El problema, el gran problema que tenemos los dependientes, es que no nos damos cuenta, no lo aceptamos, ni la patología ni su gravedad. Así que este fin de semana me volveré a vestir sexy para salir a ligar con otros chicos, intentando disimular que no me estoy divirtiendo en absoluto, intentando disimular que para mí esto es una cuestión de vida o muerte. Necesito estar con alguien, en caso contrario agonizo, me hace falta el aire y siento un terrible vacío por dentro que me desespera de angustia. Por eso cuando estoy en la discoteca no solamente ofrezco mi cuerpo, sino a mí mismo, como si se tratara de una venta de esclavos, porque no soy libre, es más, la libertad me resulta aterradora, así que fabulo con las ataduras, vínculos, enlaces y uniones, con la pareja perfecta, la casa perfecta, la familia perfecta... Deseo entregarme a alguien para no tener que afrontar mi vida, esta vida que a mí me parece mediocre.

Pero alguna vez que he tenido el valor de afrontar el problema, me he preguntado: ¿Y por qué tener que estar con alguien? ¿Por qué anteponer siempre al otro? ¿Por qué siempre me tengo que someter y hacerlo todo por miedo? ¿No podría ser que aquello que tanto añoro ya esté presente en mi vida? ¿No podría ser que yo ya fuera una persona completa en lugar de estar buscando siempre la media naranja? ¿No podría ser que yo realmente tuviera la libertad de escoger si quiero estar con alguien o no? Y entonces, sin la ansiedad de lanzarme a los brazos del primero que me guiñe el ojo ¿no podría optar por mantener auténticas relaciones de intimidad y respeto?... Ahora mismo tengo demasiado miedo para poder amar de una manera franca y desinteresada, pero sería precioso poder hacerlo.

Este llamamiento es para todas las personas que sufren por amor y que estén interesadas en formar parte de un grupo de apoyo.

Para contactar con nosotros podéis dirigiros a la web del Centro Amor y Familia en la pestaña de Contacto.