miércoles, 29 de febrero de 2012

Emperador vs. Emperatriz: Eternamente inocentes

Fragmento de una clase de Enrique Eskenazi en el 2003 sobre la relación entre La Emperatriz y El Emperador del Tarot. Transcripción, resumen y comentarios de Sergi Ferré Balagué.

La pareja arquetípica representada por los emperadores
Los roles normalmente están polarizados. Está él y está ella, pero en ella hay un él y hay una ella, y en él hay un él y hay una ella. Es decir, en cada persona existen los dos principios. Dos demandas necesarias.

Pero ¿qué ocurre? Que generalmente las chicas en su parte consciente aceptan un rol femenino y la necesidad masculina suele quedar completamente postergada, no atendida. ¿Y qué pasa con ellos? Se identifican conscientemente con lo masculino, pero en su parte inconsciente todas las demandas femeninas quedan postergadas, no enfrentadas conscientemente. Entonces ¿qué pasa? Que el inconsciente se proyecta. Y ella se relaciona con él, no a través de lo que él es, sino a través de su expectativa inconsciente. Y él se relaciona con ella, no directamente por lo que ella es, sino a través de su expectativa inconsciente.

Pero en realidad dos medias personas nunca hacen una persona entera. Toda su vida siguen siendo dos medias personas. Esto de que "el otro me hará entero, me dará la unidad que no tengo" es ilusorio. Pero sí es cierto que el otro o la otra pueden ser la ocasión por la que me dé cuenta de lo que me falta. Entonces ellas esperan que ellos sean lo que ellas esperan que sean, pero lo que ellas esperan ningún ser humano de carne y hueso lo puede ser. Porque esperan a un dios, esperan una abstracción, esperan una especie de caricatura unidimensional y sin sombra, esperan al príncipe azul, al rey de los cuentos, cualquier cosa menos la realidad de un ser humano polifacético, incapaz de encajar en cualquier esquema.

Single Eternamente inocente sobre el amor simbiótico (1)
Claro, mientras estas demandas existan las relaciones no están formadas por dos sino por cuatro. O sea que en toda relación no solamente hay dos personas, sino también están las imágenes inconscientes proyectadas, expectativas, requerimientos, premios y castigos. Te premio cuando lo que haces coincide con lo que necesito y te castigo cuando no es así. De la misma manera que soy premiado en la medida en que coincida con lo que esperas de mí y castigado en la medida en que no. Bueno, pero ¿me quieres a mí? ¿o me quieres a mí en la medida en que me parezco a lo que tú quieres, a lo que sin darte cuenta te estás exigiendo?

Claro, estas relaciones están condenadas al fracaso. Pero el fracaso de estas relaciones es la oportunidad de autodescubrimiento para cada una de estas personas. No es un castigo, es una oportunidad. Claro que lo pueden vivir como un castigo, de la misma manera que el animal vive como castigo que le den latigazos que lo alejen del desierto y lo lleven hasta donde está el alimento.

Está la expectativa de que el otro te llene algo que en verdad sólo puede colmarse por un propio acto de realización interior. Estas relaciones de enamoramiento muestran un definido esquema paterno-filial. La persona amada es el sustituto de la madre o del padre, por eso el comentario de "¡Estoy harto de que mis parejas quieran ser hijos!". Claro, pero ¿con qué tipo de hombres te relacionas? ¿y cómo te colocas tú ante esta relación? La pareja se convierte en una criatura dependiente e insegura a quien proteger. Claro, se han intercambiado necesidades, pactos, acuerdos, conveniencias, porque son medias personas. No hay la tarea de ser sí mismo en ninguno de ellos, sino la búsqueda del olvido de sí mismos en el otro(2).

Pero hay otro tipo de amor, otro que los enamoradizos(3) ni sospechan que existe, ni lo sospechan, ni se lo imaginan ni están preparados. Y es otra manera de amar, un amor que reconoce la realidad del otro. La persona que cree que amar es perder la chaveta no sabe lo que es un amor centrado. Solo conoce el amor que es la proyección, la demanda, la exigencia, la necesidad, la compulsión. Pero el amor que consiste en la serena aceptación del otro, en la alegría de que el otro sea otro y no la prolongación de uno mismo, implica que hay alguien que es alguien y no alguien que no no es nada y que necesita que el otro le de realidad.

Notas:

(1) Descárgate gratuitamente Eternamente inocente de Exóticopop, haciendo clic aquí.
"Éramos tan valientes tú y yo, que retamos al mismo diablo a atreverse algún día a separarnos (...) Quiero ser inocente, prácticamente inconsciente, para creer que podría tenerte a mi lado eternamente"

(2) Para profundizar en el tema de las dependencias afectivas, recomiendo la lectura del libro Las mujeres que aman demasiado de Robin Norwood. Puedes leer extractos del mismo a modo de resumen en el artículo Dependencia emocional y adicción a las relaciones.

(3) Los amorosos, un poema de Jaime Sabines (1926-1999):

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.